Frío, frazadas y… ¡comida calentita!: El invierno patagónico nos invita a comer rico (y sin culpa)
Si estás leyendo esto con bufanda, guantes y el mate humeando al lado, sabés de qué hablamos. El frío llegó con todo y, además de dejarnos con la nariz colorada y las ganas de hibernar, despierta nuestros antojos más reconfortantes.