Galo Ropa Informal fue durante casi dos décadas un lugar de referencia para muchas familias en Esquel. Su dueña, Analia López, cuenta con profunda tristeza que llegó el momento de cerrar: «Tomamos la decisión de cerrar, a pesar de estar hace 19 años en el mismo local. Lo levantamos con mucho esfuerzo, pero nunca vivimos una crisis similar.»
Una crisis sin ayuda ni salida
La situación económica actual la describe como asfixiante. «Pagás de luz $90.000 y a los tres meses $150.000», relata. «Nunca recibí una ayuda de emergencia y además hay mucha competencia desleal». A la inflación se suma un entorno comercial desigual, con ventas informales desde hogares, ferias o redes sociales, mientras los comercios formales cargan con impuestos, alquileres y obligaciones fiscales que ya no pueden sostener.

La presión del doble alquiler
Analia no solo alquilaba su local, sino también su vivienda. Eso la llevó a repensar su situación financiera: «En algún momento iba a tener que sacar un crédito para pagar el alquiler del local o el de mi casa. Y ya no quiero endeudarme más».
El cambio en el consumo: la ropa ya no es prioridad
«La gente dejó de consumir. Hoy, la tarjeta la están usando para comer», afirma. En el rubro de la indumentaria, eso se traduce en menos ventas y más remiendos. “Los cursos de costura están llenos. La gente arregla, reforma, hace lo que puede”.
Ni siquiera la pandemia fue tan dura
Aunque muchos creyeron que la pandemia fue el peor momento para los comerciantes, Analia no duda en afirmar que la crisis actual es aún más severa. “En pandemia, al menos había consumo, aunque fuese por WhatsApp. Hoy, directamente no hay”.
Galo cierra, pero con dignidad y gratitud
Actualmente están en liquidación total al costo: remeras a $10.000, buzos a $25.000, jeans a $25.000 y $29.000. A fin de mes entregan el local. «La decisión es no endeudarnos. No tiene sentido reponer mercadería que quizás no se venda».

El cierre de Galo es también el cierre de un ciclo emocional. “Tengo clientas que venían con su mamá a comprar ropa para sus 15, y ahora vienen con sus hijos. Pasaron 20 años. Es toda una vida”, recuerda. Pero también hay lugar para la esperanza: “Es tiempo de dar vuelta la página, arremangarse y empezar otra vez en otra cosa.”
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