“La mayoría de nuestros vecinos son empleadas domésticas o changarines que hoy no tienen trabajo estable. La semana pasada atendimos un caso de una familia con discapacidad que llevaba siete días sin comer”, relató Gibbons.
El comedor comunitario funciona dos veces por semana, pero no logra cubrir la demanda:
- Antes recibían 20 kilos de carne, ahora apenas 10.
- Se redujo a la mitad la entrega de pollo.
- Se depende cada vez más de donaciones de vecinos y comercios.
“No podemos abarcar todas las necesidades. Hoy atendemos 135 familias, pero la demanda crece y la comida alcanza para menos”, advirtió.
Vivienda y servicios básicos
La dirigente barrial señaló que aumentan los ranchitos detrás de las casas porque jóvenes que se habían independizado regresan con sus familias al no poder pagar alquiler.
Además, cuestionó la respuesta oficial: “A una vecina que le cortaron el gas le ofrecieron leña. ¿Cómo va a cocinar si no tiene cocina a leña?”.
Gibbons lamentó el desfasaje entre el discurso oficial y la realidad: “Escuchamos a la Secretaría de Acción Social decir que la gente no necesita tanta comida. Nosotros vemos otra realidad: hay familias que directamente no comen de noche”.
Planteó también que la burocracia agrava el problema: “Si un vecino pide comida, no es para llenar una encuesta. Es porque ya no tiene otra opción”.
El valor del playón, pero otras urgencias
Aunque celebró la reciente inauguración del playón deportivo, aclaró que no alcanza: “Está buenísimo para los chicos, pero la prioridad hoy es el alimento. Hay mucha impotencia porque damos todo lo que podemos y no alcanza”.
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